La ola de transformación digital que ha sacudido el mundo en las dos últimas décadas ha empapado cada aspecto de nuestra vida cotidiana, incluida la educación. Ahora lo raro es ver papel y bolígrafo en las aulas, cuando hace apenas quince años lo extraño era encontrar un portátil sobre los pupitres. Pero el cambio digital no sólo ha redefinido la forma en la que los alumnos siguen las clases, también ha renovado y diversificado la forma en la que aprenden.
Los estudiantes ahora resuelven sus dudas por internet, buscan información para sus trabajos en Wikipedia y siguen cursos online desde sus casas. Una evolución en la educación que la escuela de programación 42Madrid ha querido llevar más allá con la implantación de una metodología que ellos califican como ‘revolucionaria’: un proyecto formativo sin clases, profesores ni temario basado en un árbol de 21 niveles que sus alumnos deben superar como si de un videojuego se tratase.
“Es una metodología en la que en vez de profesores y clases tienes una plataforma en la que tienes multitud de proyectos, y en la que el alumno va decidiendo por qué itinerario formativo quiere ir orientándose. La única clave, y funciona en los 20 campus que tenemos en todo el mundo, es apoyarse en sus compañeros. Aquí hay que buscarse la vida, preguntar a los demás estudiantes o buscar en Google”, explica Luis Miguel Olivas, director de Empleabilidad e Innovación Educativa de la Fundación Telefónica, institución que ha traído la escuela 42 a España.
“Conseguimos perfiles con una gran tolerancia a la frustración, capacidad de trabajo en equipo, flexibilidad y capacidad de buscarse la vida”
Lo que Olivas señala son las dos metodologías en las que se basa esta escuela, la gamificación -aprender jugando- y el peer to peer – aprendizaje entre pares-, dos técnicas educativas que se conocen desde hace tiempo pero que 42 ha llevado a la práctica aunando elementos digitales y tradicionales.
“La virtud de esta escuela parece estar en mantener la presencialidad variando la forma de los contenidos, porque la gamificación y el peer to peer no son nuevos, se conocen desde hace tiempo. Pero sí han probado a cambiar las coordenadas de la educación online”, explica Pedro Román, profesor titular de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla.
Además de esta particular forma de educar, 42Madrid presume de otros atractivos como ser completamente gratuita -gracias a la financiación de Telefónica- y de la plena inserción laboral de sus alumnos, que reciben una media de ocho propuestas laborales durante la formación, según afirma la Fundación Telefónica.
“Aquí hay mucha frustración, pero conseguir superarla es parte de nuestra propuesta de valor como escuela, porque conseguimos perfiles con una gran tolerancia a esa frustración, con capacidad de trabajo en equipo, flexibilidad a los cambios y capacidad de buscarse la vida, competencias que buscan las empresas hoy día”, subraya Olivas.
La experiencia en París y Silicon Valley
Todas las virtudes de las que presume 42Madrid vienen avaladas, según la Fundación Telefónica, por la experiencia de esta escuela de programación alrededor del mundo. Este centro de formación nació originalmente en París en 2013, auspiciado por el multimillonario francés Xavier Niel y con el objetivo de resolver la escasez de desarrolladores que experimentaba el país en ese momento.
Desde aquella primera experiencia en la capital francesa, 42 fue creciendo y se expandió primero a la meca de la tecnología digital, Silicon Valley, y después a trece países más aparte de Francia y EEUU, en los que ha creado 21 campus.
En nuestro país esta escuela ha abierto sus puertas gracias al patrocinio de la Fundación Telefónica, que también ha anunciado que creará nuevos campus en otros países en los que también desarrolla su actividad, principalmente en Latinoamérica.
Proceso de selección
Entrar en 42Madrid no es sencillo. La escuela tiene capacidad para unos 900 alumnos, pero desde que se anunció la apertura del proceso de admisión su web ha registrado más de 20.000 inscripciones. Por ello, el centro realiza unas pruebas de acceso que, según explican sus responsables, hacen las veces de “un proceso de selección natural”, porque no todo el mundo está preparado para una metodología educativa de estas características.
Una vez la persona interesada en cursar los estudios en 42Madrid se ha registrado en la web, debe realizar dos pruebas, una de memoria y otra de lógica. Si las supera, consigue a una plaza para la ‘piscina’, el verdadero proceso de selección para entrar en la escuela.
“La ‘piscina’ es el momento de mayor rigidez y dureza de la academia, porque tienen 26 días para realizar un total de 16 proyectos individuales, tres exámenes cada viernes de cuatro horas, un examen final de ocho horas y tres trabajos en equipo los fines de semana. Decimos que es un proceso de selección natural porque no todo el mundo tiene la capacidad de autoaprendizaje, esfuerzo y superación para completar esta fase”, explica Olivas.
Una fase que Noelia Alonso, una de los 319 alumnos que han entrado en la primera fase de selección de 42Madrid, define como “una montaña rusa de emociones”. Ella confirma lo explicado por Olivas: “Yo llegaba a las 7 de la mañana y hasta que era noche cerrada no me iba. Es duro, te frustras muchas veces y ves a otros compañeros frustrados, pero siempre tratamos de levantarnos el ánimo los unos a los otros”, explica.
A pesar de los difíciles momentos por los que la escuela les hace pasar, Alonso se muestra muy complacida por la experiencia vivida y contenta de ser uno de los integrantes de la primera promoción de 42Madrid: “Aquí se ha creado un ambiente especial, todos nos ayudamos. Y, en cuanto al aprendizaje, es maravilloso, porque todo es práctico y, al no haber profesores, el compañero que se adelante un poco tira de los demás”.
Además, secunda la opinión de los impulsores de la escuela en cuanto al proceso de ‘selección natural’ de las ‘piscinas’: “Esta experiencia te ayuda a enfrentar tus límites de frustración, y si no puedes superarlos es mejor que no entres en la escuela. Yo me he bloqueado y he llorado en un examen, pero como no podía salir del aula para ir al baño no me quedó otra que superar ese momento y continuar. O aprendes a tolerarlo o abandonas”.
El desarrollo del curso
42Madrid desembarcó en España el pasado verano y la primera promoción, compuesta por 319 alumnos, comenzó el curso a principios de noviembre tras superar la fase de la ‘piscina’. Desde ese momento los estudiantes tardarán aproximadamente tres años y medio en completar su formación, aunque este tiempo variará de unos a otros, ya que cada uno diseñará su itinerario educativo de forma individual.
La escuela, situada en el edificio Norte 3 del Distrito Telefónica de las Tablas, en Madrid, está abierta las 24 horas los 7 días de la semana, y los estudiantes pueden acudir a ella cuando lo deseen. Sin clases, profesores ni temario, los alumnos tendrán que investigar por su cuenta y colaborar con sus compañeros para ir superando los 21 niveles de los que está compuesto el curso, formados a su vez por más de 250 proyectos de diferentes ramas de la programación.
“En la plataforma tienen multitud de proyectos y el alumno va decidiendo qué itinerario formativo quiere tomar. Puede ir por algoritmos, inteligencia artificial, ciberseguridad, etc. Él es el que toma la decisión”, explica el director de Empleabilidad e Innovación Educativa de la Fundación Telefónica.
Esos 21 niveles se dividen en dos bloques, denominados círculos, el primero compuesto de materias comunes de programación – como algoritmos, sistemas o gráficos- y el segundo por contenidos específicos – ciberseguridad, videojuegos o inteligencia artificial-, con los que el alumno se especializa en la rama que más le guste.
Para superar cada nivel el estudiante tiene que realizar trabajos, tanto individuales como en equipo, y exámenes. Al no haber profesores, las pruebas son evaluadas por los propios alumnos y por un ordenador, excepto los trabajos grupales.
“Todos los proyectos los evalúan dos compañeros. Para que el trabajo de un alumno pueda ser evaluado, éste tiene que haber evaluado antes a otro estudiante. Los exámenes los corrige el ordenador porque al ser temas digitales es muy sencillo hacerlo de esa forma. Lo único que examina el staff de la escuela son los trabajos en equipo”, explica Oliva.
Por lo tanto, 42Madrid no tiene profesores como tal pero sí un equipo pedagógico, aunque no da clases ni resuelve dudas, tan sólo se encarga de desarrollar y adecuar los contenidos de la plataforma y evaluar trabajos grupales.
Una escuela de éxito, pero con una metodología no tan revolucionaria
Uno de los argumentos más llamativos que enarbola 42Madrid es el del carácter revolucionario de su metodología educativa. Sin embargo, Pedro Román señala que esta forma de educar no es nueva ni tan rompedora como pudiese parecer.
“La gamificación no es nueva, se usa mucho en los ciclos de infantil, primaria y secundaria. En la Facultad de Educación trabajamos mucho ese concepto para potenciar las capacidades profesionales de los futuros profesores más allá de los meros conocimientos. Muchas veces se considera innovadora porque es la primera vez que se hace en determinados ámbitos, pero se viene dando incluso en el ámbito laboral desde hace tiempo”, explica el profesor de la Universidad de Sevilla.
Román señala que esta escuela no ha hecho sino seguir las tendencias educativas del momento con la libertad que le otorga el sector privado, que no está sujeto a las exigencias y tiempos de la educación pública. Y es que la formación oficial debe cumplir una serie de exigencias del Ministerio de Educación que, a veces, dan poco margen para probar técnicas novedosas.
Pero esa mayor libertad tiene un precio para los alumnos de 42Madrid: no obtendrán ningún título oficial cuando terminen su formación. Ya que estos sólo los pueden ofrecer las instituciones, tanto públicas como privadas, cuyos estudios hayan sido homologados por el Ministerio de Educación.
“Lógicamente alguien con un título de ingeniería va a ser más atractivo de cara a una empresa. Es un sistema que se está implantando y al principio siempre hay resistencia. Pero estamos aquí porque de alguna manera pensamos distinto y no nos interesa tanto el título como aprender”, explica Noelia Alonso.
Sin embargo, Román subraya que “el problema es que sin título no van a poder desarrollar la actividad profesional en algunas instituciones, como las que tienen carácter público. No digo que no se aprenda o que para la empresa privada no pueda ser estimulante que tengas esta formación, pero hay que tener claro que no tiene oficialidad ninguna”.
Beneficios educativos para la pública
Pese a no estar de acuerdo con el carácter revolucionario de esta escuela, Román sí señala que este tipo de iniciativas, en las que se llevan a la práctica conceptos educativos novedosos, pueden ser muy beneficiosas para la implantación posterior de nuevas metodologías en la universidad pública.
Y señala las ventajas que ve en 42Madrid con respecto a la educación universitaria española: “Estoy de acuerdo en que forma mejor a las personas en resolución de conflictos y trabajo en equipo. Hoy día las empresas quieren a gente resolutiva y con iniciativa, y en las universidades no veo que se formen estas competencias”.
“En estas actividades colaborativas se desarrollan perfiles y roles que se establecen automáticamente”, continúa. “El que tiene que coordinar, el que supervisa, el que anima, etc. Ahí aparecen los perfiles profesionales: el líder, el que lo acata todo, el que siempre protesta. Y se van configurando los roles que después demandan las empresas: gente que lidere, pero también personas que acaten, que no protesten las decisiones”.
Además, destaca que también es interesante que se prueben nuevos papeles del docente en el proceso educativo, para que se deje de tratar al alumno como un mero agente pasivo que recibe gran cantidad de información en una clase magistral.
“Cuando tú no manejas el contenido la gente tiene una mala percepción del docente, porque dicen que lo que pasa es que no quiere trabajar, y hay veces que los profesores, sobre todo en la educación pública, rechazan implantar este tipo de iniciativas por temor a ser tachados como malos profesionales”, explica.
Por lo tanto, piensa que este tipo de propuestas educativas que se van desarrollando en el sector privado pueden ser un buen campo para experimentar cómo funcionan y después, si se demuestra su eficacia, ir introduciéndolas en la educación pública poco a poco